Escogiendo Fruta Fresca
A propósito de las medidas tomadas alrededor de las reclamaciones instaladas por los campesinos durante el último Paro Agrario Nacional y de las múltiples iniciativas que buscan estrechar los lazos entre el campo y la ciudad, sería bueno recordar uno de los más básicos relacionamientos entre estas dos partes, que parece no estar presente en el imaginario moderno.

Concentrando aproximadamente el 50% de la producción agroalimentaria nacional, la cual comprende casi 20 millones de toneladas, las plazas de mercado se constituyen como una buena opción a la hora de acceder a los insumos básicos de un buen mercado. Si bien los supermercados son necesarios para adquirir productos suntuarios como vinos, quesos, enlatados o galletas importadas, estos parecen insuficientes a la hora de ofrecer una experiencia más allá de la compra. Precisamente, parte del encanto del tradicionalismo de las plazas de mercado radica en la posibilidad de participar en interacciones que en raras ocasiones pueden encontrarse fuera de este espacio.

Entre el escoger uno mismo las frutas, encontrarse con todo tipo de carnes, deleitarse con cantidades de condimentos, pedir rebaja y hasta presionar para que le den ''ñapa'', se construye un atractivo que no solo radica en la asequibilidad de los productos, sino en el trato ligero y cercano que se da entre comerciantes y clientes. Conservando una estructura propia del siglo XIX, cuando surge la necesidad campesina de vender las cosechas, las plazas de mercado han sido desde siempre espacios de encuentro donde convergen culturas gastronómicas de cada una de las regiones del país.

Mediante la oferta de productos agrícolas de consumo básico a precios comparativamente más baratos que en las grandes superficies, se propende por estrechar un vínculo social entre el campo y la urbe que fomente la actividad económica nacional. Para Jorge Pulecio, director del Instituto para la Economía Social (Ipes) esta es una tendencia que se debe revertir con la modernización de sus instalaciones y el fortalecimiento del sistema de abastecimiento. “Las plazas de mercado son baluartes de la soberanía y seguridad alimentaria, porque son espacios de articulación directa campesina en las ciudades y modelo de comercio popular que garantizan la continuidad de la oferta, basada en la diversidad del abasto regional entre zonas”(1).

En la actualidad, solamente en Bogotá, existen 19 plazas de mercado, una en cada localidad. Contando con la central de abastos más grande del país, Corabastos, estos centros de distribución de alimentos, llegan a vender diariamente a casi 200.000 consumidores. Sin embargo, como se manifestó en las reivindicaciones reclamadas durante el Paro en el segundo semestre del año pasado, la interacción social con el campesinado en estas plazas, contrasta con el progresivo encarecimiento de los productos básicos a causa de la entrada de nuevos competidores.

Conforme a esto, se hace necesario que se acentué la presencia de los consumidores en estos espacios, ampliando el poder adquisitivo en estos lugares, donde el campesinado mantiene su estatus de gran proveedor. Aunque de manera superficial, esta sencilla iniciativa podrá contribuir de forma directa al fortalecimiento de la producción campesina, asegurando su competitividad en el mercado y proveyendo a los ciudadanos de una experiencia que entra en contacto con los cimientos culturales y regionales de un país tan diverso como Colombia.













OPINIÓN
Por María Alejandra Navarrete
21/02/2014



Los olores, sabores y texturas de los productos campesinos, se encuentran presentes en todas las ciudades por medio de las plazas de mercado. Estos espacios, constituidos alrededor de la interacción social, han logrado fortalecer el vínculo social y cultural entre el campo y la ciudad, fomentando la actividad económica nacional.
(1) Declaración tomada del Diario La Opinión de Bogotá. Edición Online. 2 de septiembre del 2013. Recuperado el 18 de febrero de 2014.
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