Bogotá Segura, Sensanta y Consensuada
Juan practica BDSM: le gusta ser dominado, amarrado y recibir órdenes durante sus encuentro sexuales. Pude contactarlo por medio de una amiga que decía conocer a alguien que sabia del ‘asunto’. Estudiante de administración de empresas de una de las universidades más prestigiosas del país, Juan pasa desapercibido como un joven de 22 años más. Convencido y con bastante seguridad, él dice no sentir pena por lo que hace, pero argumenta sentirse presionado por el hecho de que es un tema desconocido y que es considerado tabú.

A pesar de ser una actividad relativamente discreta, de un tiempo par acá, la escena BDSM, también conocida como sadomasoquismo, ha venido ganando más adeptos en Bogotá. Ya son dos los festivales que se han organizado en la capital con el nombre de “Festival BDSM/Fetish Colombia” en sus ediciones 2012 y 2013. Con la condición de ser mayor de edad, el festival esta compuesto de un ciclo de cine, un picnic, y un par de fiestas, así como del evento central. Entre las diferentes actividades, desarrolladas en su mayor parte en la localidad de Chapinero, sobresale una fiesta catalogada como “privada”, donde se exige tener inscripción previa, confirmación de asistencia, y código de vestuario.

Dado que el festival se realiza por lo general en el mes de Mayo, fue necesario buscar otra alternativa para profundizar un poco más sobre cómo funcionan las labores de esta comunidad. Decidí visitar un sex shop, donde tuve la oportunidad de conversar con Clarita, una señora de unos 60 años, que atiende el mostrador hace ya más de una década. Al preguntarle sobre los artículos relacionados con prácticas sadomasoquistas, me comentó cómo ella ha visto un aumento en la clientela: “hace unos años eran pocos los que venían buscando eso. Hoy es fácil ver a un muchacho como tú, entrar buscando artículos de cuero negro, esposas, cuerdas… cosas así.” Aparentemente, son cada vez más las tiendas que le dedican más espacio en sus pequeños locales a exhibir y comercializar objetos exclusivos del BDSM.

Al comentarle a Juan sobre esto, me responde con cierto orgullo: “es que muchos creen que esta vaina es pegarse y ya. En verdad es mucho más profundo que eso. Esto no es una práctica sexual tanto como es un estilo de vida”. Me explicó como el BDSM se rige por una premisa rectora, SSC: Sensato, Seguro y Consensuado. Estos principios obligan a que todo sea acordado voluntariamente y con antelación. Como lo ve Juan, “por más que te tengan sometido, la idea es que te guste lo que te hagan.”

Con el propósito de ahondar un poco en el asunto del consentimiento previo, decidí buscar por mi propia cuenta una dominatriz que me diera su versión de cómo funcionaba este proceso. Después de varios intentos con diferentes números telefónicos y correos a los que logré llegar, obtuve respuesta en la forma de un cuestionario que aparentemente todas las dominatrices hacen llenar a sus ‘sumisos’ antes de acordar cualquier reunión.

El cuestionario consiste en una larga lista de actividades con casillas para marcar sobre si se ha hecho antes, qué tanto le gustaría dicha actividad (en base a una escala de 0 a 5, que incluye una opción manifiesta de ‘NO’) y comentarios adicionales para quien lo lee. Confieso que en principio el cuestionario no me causó mayor extrañeza. El estereotipo asociado al sadomasoquismo permite tener en el imaginario colectivo algunas opciones obvias como el tradicional latigazo. Sin embargo, muy pronto fui cambiando de parecer al descubrir actividades como ‘heridas’, ‘tortura’, ‘estimulación eléctrica’ y ‘enema’ (este último con la opción de escoger entre limpieza y castigo). Tranquiliza el hecho de que se tenga la opción de marcar en las casillas un claro y expreso NO, sin embargo no cabe duda que existe gente para lo cual se han inventado dichas actividades.

Es de destacar también cómo muchas de las alternativas en el cuestionario no obedecen al reino del contacto físico o del dolor. Existen varias opciones de juego de roles, acondicionamiento psicológico, o sencillamente de dinámicas de conversación. “Es de bastante interacción psicológica”, dice Juan. “No basta con un sometimiento físico. Uno también tiene que sentirse bajo el control del compañero en la cabeza”.

Lejos de siquiera pensar marcar alguna de esas casillas, mucho menos diligenciar de vuelta el cuestionario, prefiero valerme de la experiencia de mi subyugada fuente. Si de literatura se trata existen revistas y blogs europeos muy fieles al BDSM, que llevan años documentando su practica en estos países. En el caso de Bogotá, a pesar de no contar con mucha experiencia, esta promete a futuro adentrarse en el tema y adoptar cada vez mas a estos sujetos, sus cadenas, sus mazmorras y por supuesto, uno que otro orgasmo.


REPORTAJE
Por Alejandro Vergel
21/02/2014



El cuero, los látigos y las cuerdas salen del closet capitalino para abrirse espacio entre la diversidad sexual Bogotana.

-“¿Esto es sin nombres, cierto?”
-“Relajado”, le conteste. “Para usos prácticos te cambiaremos el nombre a Juan”.
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